Carruajes y barcos, su pasión en miniatura
A los 63 años, Héctor Pavón es carpintero y utiliza maderas recicladas para hacer esculturas a escala. Utiliza materiales que encuentra en la calle y puede pasar de dos a tres meses para terminar cualquiera de sus obras.
Por Giannina Nigro
Talento, experiencia, paciencia, dedicación: todas son palabras adecuadas para calificar a Héctor Pavón, el vecino de Villa Adelina que crea barcos y carruajes en madera dura y a escala. Con todos sus conocimientos de carpintería, se animó a encarar un nuevo emprendimiento y disfruta construyendo con sus propias manos réplicas en miniatura de los modelos originales.
La pasión que Héctor siente por la carpintería nació con él. Desde los 17 años se dedica y perfecciona en el oficio. “En ese momento trabajaba fabricando muebles de oficina, pero un día pasé por un taller de barrio y ahí vi lo que realmente quería hacer. Solicité trabajo directamente y empecé a aprender”, recuerda emocionado.
A los 23 años, logró instalar su propia carpintería en Villa Adelina, y con ello experimentar y aplicar los conocimientos adquiridos. “No tenía muchos clientes al principio, así que me ponía a hacer cosas para mi casa, cigarreras, muebles y trabajos de marquetería, para que la gente me viera trabajar en el negocio y conseguir clientes”, agrega Héctor. Con el tiempo aprendió nuevas técnicas y formas de trabajar el material, mientras paralelamente se dedicaba al supermercado familiar. Así fue hasta el año 2001, cuando la crisis económica y los acontecimientos siguientes, devastaron a¿el negocio. Durante varios años debió dedicarse a conducir su auto como remís. Héctor suspendió la actividad que más lo apasiona para recuperar lo perdido y mantener a la familia de cinco personas que formó junto a Silvia, su esposa también nacida y criada en Adelina.
A pesar de los golpes de la vida, y gracias a la insistencia de Pablo, uno de sus hijos (tiene dos hijas: Erica y Cynthia), para que le enseñara a construir un velero a escala, comenzó a dedicarse nuevamente al oficio. Allí empezó de nuevo, y entre barcos y carretas, en poco tiempo instaló su propio taller en Martínez. “Lo hago sólo porque me gusta. Me paso horas trabajando y no es para ganar dinero. En su momento, fue lo que me ayudó psicológicamente, a relajarme”, confiesa.
El vecino se empeña en destacar la importancia de los distintos maestros que tuvo. Cada encuentro en el que pudieron transmitirle alguna enseñanza, supo aprovecharlo para hoy llegar a convertirse en un verdadero artesano, y volcar todo lo atesorado en cada obra. “Realmente tuve la suerte de estar en el lugar correcto, con las personas indicadas”, afirma. Esto, además, con un valor agregado: todo lo hace con materiales reciclados. El sanisidrense cuenta que basta con salir a la calle y recorrer un poco para encontrar los elementos que necesita para construir las delicadas obras. Los resultados son impecables, ya que además sus conocimientos de arquitectura (estudió tres años) le permiten confeccionar planos de los barcos o artefactos a construir, y así hacerlos con más detalle y precisión. En el taller (al igual que en su página web) pueden apreciarse sus obras. Héctor narra orgulloso que se acercó gente de todos lados para admirarlas: incluso del exterior. Si bien el objetivo no es comercial, el vecino expuso en la feria de artesanos de la Plaza Mitre, frente a la Catedral, y en octubre se presentará en la de Perú Beach, en el Bajo. Además se propone llevar sus esculturas a la feria de Artesanos de Mataderos, y acercarse también a la Ciudad de Buenos Aires.
No conocía tus obras y he quedado asombrada por tu gran trabajo. Siempre he considerado la madera como algo que no pierde su vitalidad tenga la forma que tenga y pase el tiempo que pase. Gracias por enseñarme tu arte. Un abrazo, M.Nieves
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